A comienzos de los años treinta, sólo estaba permitido el ingreso de escritores de ficción de detectives en el sentido estricto y más clásico, diferenciándolos de los escritores de novela negra en general. Por entonces, se trataba de un club de carácter social, un tanto exclusivo, cuyo primer presidente fue G. K. Chesterton, creador del padre Brown. En 1936 le sucedió E. C. Bentley, autor de la obra "El último caso de Trent" (Trent's Last Case). Aprovecho para hacer un inciso. Al leer este título, he recordado que he visto la adaptación al cine que se hizo de esta novela protagonizada por Michael Wilding,(uno de mis actores favoritos del que ya he hablado en varias ocasiones en el blog), que en España sería conocida como "El enigma de Manderson - 1952".
Volviendo al club, desde 1958 hasta su muerte en 1976, Agatha Christie fue su presidenta, aceptando el cargo con el requisito de nunca tener la obligación de pronunciar un discurso.
Sólo se podía ingresar en el club con invitación previa, teniendo que someterse a una ceremonia de iniciación ideada por Dorothy L. Sayers, en la que el presidente aparecía con ropajes solemnes, se realizaba una procesión con velas encendidas y el iniciado debía prestar juramento poniendo una mano sobre Eric, la Calavera, comprometiéndose a cumplir con las normas del club.
Aunque se trataba de normas no escritas y el ritual era de carácter ameno, los candidatos se comprometían a:
- Honrar el llamado "inglés del Rey" en su nivel de máxima corrección.
- No ocultar jamás una pista esencial al lector.
- Adherirse a las tareas de indagación e investigación diferenciándolas de la "revelación divina, la intuición femenina ..., las coincidencias o las intervenciones de Dios".
- Observar una "moderación modesta y oportuna en el uso de bandas de delincuentes, rayos mortíferos, fantasmas y demás espectros, chinos misteriosos y no menos misteriosos venenos desconocidos por la ciencia".
- Jamás robar ni revelar las tramas que hubiese urdido cualquier otro de los miembros.
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