Algo más que entrado en años, pero igual de estrambótico, nuestro antiguo conocido, el personaje que protagonizó "El misterio de la cripta embrujada" y "El laberinto de las aceitunas", abandona definitivamente el manicomio en el que lleva décadas confinado, con la idea de encauzar su vida. No se espera de él que resuelva enigma alguno, pero su destino le llevará a hacerlo. Tampoco la ciudad que lo aguarda es la Barcelona cambiante de la transición o la todavía en ebullición de comienzos de los años ochenta: nos encontramos en la resaca postolímpica, en un mundo turbio y complejo cuyas leyes permanecen tan inescrutables para el improvisado sabueso como las de antaño. Sin más recursos que su instinto, ha de encararse en una malla de lianas invisibles, aunque mortíferas, que tejen un entramado de crimen y corrupción...
CRÍTICA
Que recuerde, nunca me ha ocurrido que las segundas y/o terceras partes de un determinado libro me gustarán más que el primigenio. Si bien es cierto que no he respetado el orden de lectura, diría que ésta va a ser la excepción. Tanto por la trama detectivesca como en lo que al sentido del humor se refiere, “La aventura del tocador de señoras”, tercera parte de la trilogía, me ha gustado mucho más que la primera “El misterio de la cripta embrujada”. Puede que haya influido también la cercanía temporal, pues entre una y otra dista más de veinte años. Quizás también por ello encontramos un estilo más desarrollado, en definitiva a un Mendoza mucho más maduro que desde mi punto de vista, redunda en una favorable evolución del protagonista.
Por supuesto “La aventura del tocador de señoras” sigue contando con aquellas constantes que definen la fórmula narrativa de este magnífico escritor: floritura lingüística, parodia, retórica, humor negro, ironía mordaz, profusión de personajes caricaturizados, y donde Barcelona, su ciudad natal, vuelve a ser la protagonista indiscutible.
Lo quiero lo quiero lo quiero...
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