miércoles, 24 de diciembre de 2014

Reflejo

Irina se apeó con cuidado del autobús. Alcanzada la acera, comprobó en el reloj de la marquesina que llegaba puntualmente al gimnasio donde trabajaba. Diez minutos después, atravesaba las puertas del mismo, saludando educadamente a los jóvenes comerciales de la entrada. Encaminó sus pasos al cuartito del personal. Una vez en él, sacó de su taquilla la percha donde descansaba con pulcritud su uniforme de trabajo verde y blanco, así como sus zapatillas de goma. Tras terminar de cambiarse, salió de la estancia empujando su carrito de limpieza. En el pasillo se topó con Eduardo, con el que acordó verse a media tarde para el descanso del café. Eduardo era otro trabajador de la limpieza de mediana edad, ecuatoriano de nacimiento aunque llevaba muchos años en el país. Le gustaba venir cuando libraba a la sala de máquinas, cosa que Irina no entendía, bastante gimnasia hacían ellos ya limpiando los inalcanzables cristales, salvo, pensaba, que lo hiciera por su hijo adolescente que solía acompañarle. Tras despedirse de él, se encaminó hacia los vestuarios femeninos. Esa tarde comenzaría fregando las duchas aprovechando que por la hora éstas no estarían muy concurridas. Observó su reflejo en uno de los espejos. Irina era una mujer que justo acaba de alcanzar los cincuenta. Menuda, bajita y encorvada, llevaba el pelo corto y rizado de un color rubio ceniza. Distaba de tener una sonrisa bonita, de hecho cuando lo hacía se le marcaban las arrugas de la cara y mostraba un no muy favorecedor diente de oro, sin embargo solía hacerlo con frecuencia y le confería calidez a su expresión.

Dejó aparcado el carrito, y tras ponerse unos guantes de goma, armada con un cubo de agua jabonosa y una gran fregona, comenzó con la limpieza. Al poco apareció ella, como siempre ataviada con un bañador negro y aquel semblante ... Estaba más que acostumbrada a ver mujeres variopintas que pasaban por aquel vestuario: jóvenes, maduras, ancianas, amables, altivas, educadas, maleducadas ... en cambio a ésta le costaba encasillarla, sólo tenía claro que la intranquilizaba. De entrada le parecía de una edad indefinida, claro que Irina no era muy buena calculando edades, además, tampoco ayudaba que la pobre muchacha estaba lisa como una tabla de planchar. Tampoco que soliera vestir siempre con ropa deportiva oscura. Pelo corto, delgada, de mediana estatura, y ningún rasgo más especialmente reseñable, salvo esa mirada perdida y ausente como si le costara focalizar ... justo en ese momento sin gafas el efecto se intensificaba aún más. Recordaba un día en que la asustó al interpelarla por la espalda sin que ella la hubiera oído acercarse. - Disculpe - le dijo educadamente - había que reconocer que su tono de voz era extrañamente agradable - me he encontrado este cepillo olvidado - y tras tendérselo se alejó sin más. Irina no sabía muy bien por qué pero ese gesto la enterneció, tanto es así que al día siguiente quiso la casualidad que se la volviera a encontrar y en un impulso le dijera - Te has cortado el pelo, te sienta muy bien - En verdad Irina no sabía que le había impulsado a decir aquello. Primero porque se consideraba comedida y poco espontánea y segundo porque a la mujer el corte le sentaba como a un santo dos pistolas, sin embargo era la única vez que Irina recordaba haberla visto sonreír y escucharla decir con arrobo y timidez un muchas gracias.

La mujer se dirigía directa a la ducha que acaba de limpiar. Irina, que para estas cosas solía ser paciente, no supo por qué en este caso, este hecho la irritó y con un tono algo cortante le dijo - disculpe justo acabo de limpiarla, ¿le importaría ocupar otra? - Oh, no me había dado cuenta, claro que no, y perdonde - Irina se arrepintió al instante del tono empleado, quizás porque su reacción le pareció genuina, quizás por verla desandar sus pasos como si de un patito despistado se tratara... 

Continuó afanándose en la tarea. Tras terminar, se dirigió a los lavabos para limpiar los espejos. Ahí estaba ella otra vez, peinándose. Las miradas de ambas se encontraron, quedando atrapadas en la imagen del cristal e Irina sintió que sus miembros se paralizaban. Por primera vez supo descifrar lo que aquellos ojos transmitían: desesperación...

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la descripción de Irina y su trabajo, pero me ha confundido un poco el final ö
    Besos ^ ^

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  2. Es tan real que me produce temor

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  3. Quiero saber más cosas de Irina, y de la mujer de pelo corto (la mujer de pelo corto me interesa mucho).

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